Cuando el obstáculo se vuelve más importante que la meta
- Kassandra Duran
- 17 jul
- 3 Min. de lectura
(Y por qué ese puede ser el momento más importante de tu proceso)
A veces no es que te falte estrategia. Tampoco es que te falte disciplina. Y no, tampoco es que no estés haciendo todo lo que puedes. El problema aparece cuando, a pesar de todo eso no avanzas. Cuando hay algo invisible, pero constante, que se mete en el camino.
Y ahí es cuando toca preguntarse en serio: ¿Será que el problema ya no es la meta sino el obstáculo que hay entre tú y ella?

No todos los obstáculos son iguales
En cualquier proceso, ya sea de emprendimiento, negocio o un proyecto personal, es normal encontrarse con desafíos. Algunos se resuelven rápido: con una herramienta, una reunión, una mejor decisión.
Pero otros, vuelven. Y vuelven. Y vuelven. Hasta que te das cuenta de que no es una piedrita en el camino. Es un muro. Un muro que te hace dudar, que te agota, que te quita ganas.
Cuando el obstáculo ya no es parte del camino, sino el camino en sí
Llega un momento donde no sirve seguir empujando hacia la meta. Porque aunque la tengas clara, aunque la hayas pensado por años, ese obstáculo que llevas arrastrando se volvió más urgente que el objetivo en sí. Y ahí el enfoque cambia. Ya no se trata de avanzar a pesar de eso, sino de avanzar a través de eso.
La nueva meta no es vender más. No es tener más clientes. No es organizar mejor tu tiempo. Es superar lo que realmente te está frenando. Para hacerlo más claro, te doy un ejemplo
Imagina a Carla. Tiene un emprendimiento de asesorías. Es buena en lo que hace. Tiene formación, ideas, experiencia. Sabe que debería estar creando contenido, visibilizando su trabajo, haciendo lives, mostrando su proceso. Pero no lo hace. Y no es por falta de tiempo.
Es porque cada vez que se mira al espejo, no le gusta lo que ve. Y aunque en teoría “eso no debería importar”, sí le importa. Y le pesa.
Entonces lo intenta, pero no publica. Graba, pero no sube nada. Es como si siempre algo la estuviera deteniendo. Y un día se da cuenta: “No es que no quiera mostrar mi trabajo. Es que me cuesta mostrarme a mí.”
Ahí entendió que, al menos en este momento de su vida, su cuerpo, su autoestima, su imagen, son la barrera más grande. Y que seguir fingiendo que eso no importa, la iba a mantener estancada.
Así que tomó una decisión: “Esto se convierte en mi nueva meta.” Y empezó a trabajar en eso. Con cuidado, con apoyo, con intención. ¿El resultado? Cuando empezó a sentirse mejor consigo misma, todo lo demás empezó a fluir. Con menos esfuerzo. Con más autenticidad. Con más poder.
A veces el obstáculo lleva años con nosotros Y por eso cuesta soltarlo. Porque, aunque duela, es familiar. Y el cerebro prefiere lo conocido antes que lo incierto, incluso si lo conocido duele.
Pero ¿de qué sirve llegar a la meta si lo haces cargando un peso que no te deja disfrutarla?
Señales de que el obstáculo ya no es una excusa, sino tu próxima meta
Siempre vuelves al mismo punto de quiebre.
Ya sabes qué deberías hacer, pero no lo haces.
Lo emocional pesa más que lo estratégico.
Sientes que no avanzas por ti, no por el contexto.
Esa limitación aparece en todas tus áreas, no solo en tu emprendimiento.
¿Qué cambia cuando haces ese giro?
La dirección sigue siendo la misma: tú sabes lo que quieres. Solo que ahora dejas de mirar tanto la meta, y empiezas a mirar de frente ese obstáculo. Lo rodeas. Lo observas. Lo entiendes. Y entonces, sí: sabes desde dónde derribarlo.
Y algo cambia: la energía vuelve. Porque ya no estás fingiendo que no pasa nada. Ya no estás gastando fuerza en avanzar con una mochila de 50 kilos.
Cuando te enfocas en eso que realmente te está frenando, recuperas claridad, impulso, y algo muy importante: credibilidad contigo misma.
Y lo mejor es que, cuando lo superas, todo lo demás, se siente mucho más liviano.
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