¿Por qué no nos entendemos? Los tres niveles que casi nadie reconoce y cómo salir del estancamiento comunicacional
- Kassandra Duran
- 7 jul
- 4 Min. de lectura

A veces discutimos durante horas y no llegamos a nada. Otras veces no nos damos ni cuenta como llegamos a discutir de esa forma. Incluso, hay casos donde todos quieren resolver pero aunque tengan la intención, no es suficiente. La razón muchas veces no es lo que se dijo, sino desde dónde se dijo. Y más importante aún, desde dónde se entendió.
En este artículo quiero hablarte de algo que puede cambiar por completo tu forma de comunicarte en tus relaciones personales, profesionales y en cualquier espacio donde haya diálogo: los tres niveles de conversación.
Tres niveles, un solo conflicto y cero avances
Conocí este concepto a través de Sofía Stamateas. Pero no fue hasta una conversación con mi esposo que lo comprendí de verdad. Estábamos intentando resolver una situación. Yo hablaba desde lo emocional. Él respondía desde los hechos.
Y ahí entendí todo, no estábamos hablando de lo mismo, aunque creíamos que si.
Nivel 1: La conversación sobre los hechos
Este es el nivel más superficial. Discutimos sobre lo que pasó, lo que se dijo, lo que se hizo. “Tú llegaste tarde". “No me contestaste el mensaje.” “Dijiste que ibas a encargarte tú.”
Aquí se busca explicar, justificar, corregir o en la mayoría de los casos, culpar. Pero no se avanza si no se da el paso siguiente: entender cómo lo vivió el otro.
Ejemplo: Una pareja discute porque ella dice: “Tú me dijiste tal cosa y me sentí mal”, y él responde: “No, yo no dije eso”. Él está en los hechos. Ella está en lo que sintió. Y por no reconocerlo, la conversación se estanca.
Nivel 2: La conversación sobre las emociones
Aquí ya no hablamos de lo que pasó, sino de cómo eso nos hizo sentir.
“Me sentí ignorada". “Me molestó que no me consultaras”. "Me frustró que no me avisaras.”
Este nivel es más profundo, pero no todos están dispuestos a llegar ahí. Porque hablar de lo que sentimos requiere vulnerabilidad. Y muchas veces la confundimos con debilidad.
Cuando las emociones no se expresan, se acumulan como presión interna. Nos convertimos en una olla a presión. Por eso muchas veces las personas solo ven el estallido pero no todo lo que se aguantó.
💡 Claves aquí:
Antes de hablar, primero entiende lo que tú sientes. No puedes expresar lo que no puedes entender.
No des por hecho que el otro está disponible. Pregunta: ¿Estás en un momento donde podamos tocar un tema sensible?”
Nivel 3: La conversación sobre la identidad
Este es el nivel más profundo y más poderoso. Aquí ya no se cuestiona lo que pasó, ni lo que sentimos. Aquí se pone en duda quiénes somos.
“Siempre haces lo mismo.” “Nunca haces esto bien” “Tú eres así.”
Estas frases, aunque no lo digamos literalmente, atacan la identidad. Y por eso duelen más.
💡 Clave fundamental: Evita las generalizaciones
Palabras como “siempre”, “nunca”, “todo el tiempo”, “típico de ti” son minas en una conversación. Suenan como verdades absolutas, cuando en realidad casi nunca lo son.
En lugar de decir: “Nunca entregas a tiempo tus reportes” mejor di: “Este mes el reporte se entregó después del plazo, y eso generó problemas en el equipo. ¿Qué podemos hacer para que no vuelva a pasar?”
¿Por qué esto es tan importante?
Porque cuando una persona siente que está siendo definida en vez de entendida, se bloquea.
No va a entrar en diálogo. Va a entrar en modo supervivencia.
Y si eso ocurre en una empresa, el costo no es solo emocional: afecta la cultura, los resultados, la colaboración y la confianza. O si ocurre en tus vínculos personales, podría acabar con ellos.
Las conversaciones sobre identidad deben ser manejadas con mucha responsabilidad, empatía y precisión. Porque una palabra mal dicha puede cerrar una puerta y una bien dicha puede abrir posibilidades que no imaginabas.
El verdadero problema es hablar desde distintos niveles
El mayor error que cometemos no es solo no saber en qué nivel estamos sino suponer que el otro está hablando desde el mismo nivel que yo.
Yo hablo desde la emoción. Tú me respondes con datos.
Yo hablo desde una herida. Tú me corriges los hechos.
Yo quiero conexión. Tú quieres precisión.
Y ahí, aunque ambos hablen, nadie se entiende.
No es ni el momento, ni el estado correcto.
Siempre hablamos de elegir “el momento correcto” para conversar. Pero rara vez nos preguntamos:
¿Es la persona correcta para tener esta conversación?
¿Está en el estado emocional adecuado para abordarlo ahora?
¿Tengo el permiso del otro para tocar un tema profundo?
A veces, querer resolver rápido termina bloqueando todo.
Recuerda: Expresarnos no es imponerle al otro una apertura que no está listo para dar.
¿Cómo avanzar realmente?
No se trata de quedarse en un solo nivel. Ni de forzar al otro a llegar al tuyo. Se trata de:
Reconocer desde dónde estoy hablando.
Observar desde dónde habla el otro.
Validar, no competir.
Y avanzar con respeto hacia el entendimiento.

Sofía Stamateas propone una pirámide simple pero poderosa:
Conversación → Entendimiento → Acuerdos
Y para llegar al acuerdo, primero tiene que haber entendimiento. Y para entender, primero hay que reconocer en qué plano está ocurriendo la conversación.
¿Qué quiero que hagas con esta información?
Que la uses. Pero también que la compartas. Que la enseñes. Que la apliques.
Quiero que seas capaz de pausar una discusión y decir:
“Creo que estamos hablando desde lugares distintos. ¿Te parece si intentamos entender cómo lo vivió cada uno antes de seguir?”
Esa frase sola puede cambiarlo todo.
Porque el problema no es tener diferencias. El problema es no saber desde dónde estamos hablando.
Y recuerda: no escuchamos solo con los oídos. Escuchamos con nuestras creencias.
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